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Lo que debes hacer
es tenderte sereno,
reposar en fresco lecho
tus miembros fatigados,
disfrutar de esa paz
que siempre te rehúye.
A tu lado estaremos
dulces y susurrantes.
FAUSTO
Ya despierto. Dejad que reinen estas formas incomparables tal como están dispuestas ahí a mi vista.
¡Estoy tan maravillosamente rodeado! ¿Esto son sueños o recuerdos? En otra ocasión ya te sentiste
igual de afortunado. Las corrientes de agua se deslizan por la frescura de los espesos arbustos
mansamente movidos. Las aguas no corren raudas, apenas avanzan. De todos los puntos brotan cientos
de fuentes que se reúnen en un hondo y calmado remanso que invita al baño. Sanos cuerpos de mujer,
duplicados por el húmedo espejo, deleitan la mirada. Luego se bañan juntas con alegría, unas nadando
atrevidas, otras braceando temerosas y todo acaba con un gran griterío y una batalla en el agua. Debiera
satisfacerme y bastarme esto, mis ojos debieran regocijarse, pero mi pensamiento me impulsa a ir más
lejos. Mi mirada se dirige con agudeza a la rica envoltura vegetal tras la que se esconde la distinguida
reina. ¡Es maravilloso! También vienen cisnes que proceden de los hondones de los arroyos y avanzan
majestuosos. Se balancean con suavidad, son delicadamente sociables, pero orgullosos y seguros de sí
mismos. Ved cómo mueven la cola y el pico. Pero hay uno de ellos que parece pavonearse con especial
osadía y complacencia y navega adelantando a todos. Su plumaje se ahueca hinchándose y se convierte
en una ola que, aumentando el ondular de las aguas, se acerca al santo lugar. Los otros van de acá para
allá con un plumaje liso y brillante, pero pronto entablan una viva y aparatosa lucha para apartar a las
muchachas de allí, pues no quieren ponerse al servicio de ellas, sino sólo preservar su propia seguridad.
NINFAS
Arrimad el oído, hermanas,
a la orilla y su pendiente verde.
Creo no equivocarme. Resuena
un eco de cascos de caballo.
¡Si supiera quién traerá esta noche
el rápido y esperado mensaje!
FAUSTO
Me parece como si la tierra temblara resonando al trote de un caballo. ¡Mira ahí, vista mía! ¿Debe llegar
ya a mí un destino favorable? ¡Oh, maravilla sin igual! Viene un jinete al trote, parece virtuoso de
espíritu y lleno de valor, lo lleva un caballo de deslumbrante blancura. No me equivoco, lo conozco, es
el famoso hijo de Filira. ¡Deténte, Quirón!, ¡alto!, ¡tengo que decirte...!
QUIRÓN
¿Qué ocurre?, ¿qué pasa?
FAUSTO
Modera tu paso.
QUIRÓN
No me detendré.
FAUSTO
Entonces, por favor, llévame contigo.
QUIRÓN
Sube, así podré preguntarte a mi manera: ¿adónde vas? Te encuentras en esta orilla. Estoy dispuesto a
llevarte, cruzándolo, al otro lado del río.
FAUSTO
Adonde quieras. Por siempre te estaré agradecido. A ti, al gran hombre, al noble pedagogo que, para su
gloria, educó a una generación de héroes, la ilustre estirpe de los nobles argonautas y todos cuantos
fundaron el mundo del poeta.
QUIRÓN
Dejemos eso en su lugar. La misma Palas no mereció honores cuando hizo las veces de Mentor. Al
final, los discípulos se comportan como si no hubieran sido educados.
FAUSTO
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Al médico que nombra cada planta, que conoce las raíces, que da salud al paciente y alivio al herido, yo
le abrazo estrechamente el alma y el cuerpo.
QUIRÓN
Cuando a mi lado caía herido un héroe, sabía auxiliarlo y aconsejarlo, pero al final confié mi arte a
curanderas y sacerdotes.
FAUSTO
Tú eres de verdad el gran hombre que no puede escuchar alabanzas. Procura esquivarlas modestamente
y hace como si hubiera iguales a él.
QUIRÓN
Me pareces diestro en el fingir y para adular tanto al príncipe como al pueblo.
FAUSTO
Con todo, tendrás que confesar que has visto a los más grandes de tu época, que rivalizaste en proezas
con el más valioso y que tu vida fue casi la de un dios. Pero entre las figuras heroicas, ¿quién fue para ti
el más grande?
QUIRÓN
Entre los argonautas cada cual fue valiente a su modo y según la fuerza que tenía podía bastarse allí
donde a los demás la fuerza les faltaba. Los Dióscuros siempre vencieron donde prevalecían la plenitud
juvenil y la belleza. La decisión y la diligencia en la acción fue la mejor de las cualidades de los
Boréades. Reflexivo, enérgico, listo y presto al consejo, así mandaba Jasón, muy atractivo para las
mujeres. Orfeo, tierno y siempre tímidamente discreto, superó a todos tañendo la lira. Linceo, con su
penetrante vista, tanto de día como de noche, condujo la nave entre escollos y ante las playas. El peligro
sólo se corre en común. Cuando uno de ellos actúa, los demás lo alaban.
FAUSTO
¿No vas a decir nada de Hércules?
QUIRÓN
¡Oh, dolor! No renueves mis pesares... Nunca había visto a Febo ni a Ares ni a Hermes, como se les
llama, cuando vi ante mis ojos al que todos los hombres ensalzan como divino. Era rey de nacimiento,
era magnífico contemplarlo de joven, pero estaba sometido a su hermano mayor y también a las mujeres
más bellas. Gea no volverá a engendrar a un segundo Hércules, ni Hebe lo llevará al Empíreo; en vano
se afana la poesía y en vano se atormenta a la piedra.
FAUSTO
Por mucho que se fatiguen los escultores, nunca llegará a tener un aspecto tan impresionante. Ya has
hablado del hombre más hermoso, ¡habla ahora de la mujer más bella!
QUIRÓN
La belleza femenina no significa nada; con demasiada frecuencia es una imagen estática que mana
felicidad y alegría de vivir. La belleza se satisface a sí misma, la gracia es lo que la hace irresistible,
como ocurrió con Helena cuando la llevé.
FAUSTO
¿Tú la llevaste?
QUIRÓN
Sí, sobre estos lomos.
FAUSTO
¿Acaso no estoy ya suficientemente fascinado para que ocupar tal lugar me colme de alegría?
QUIRÓN
Ella se agarraba a mi cabellera como tú lo haces.
FAUSTO
¡Oh!, yo me pierdo por completo. ¡Cuéntame cómo ocurrió! Ella es mi único anhelo. ¿Dónde la
recogiste y a qué lugar la llevaste?
QUIRÓN
Es fácil contestar a tu pregunta. Los Dióscuros habían liberado en aquel tiempo a su pequeña hermana
de sus raptores. Estos, no acostumbrados a ser vencidos, cobraron energías y se lanzaron con fuerzas
sobre ellos. Los pantanos de las cercanías de Eleusis atajaron la rápida carrera de los hermanos, ellos los
vadearon, y yo haciendo chapotear el agua, nadé hasta la orilla opuesta. Entonces ella saltó a tierra y,
pasando la mano por mis crines mojadas, me acarició y me dio las gracias con discreta amabilidad y
desenvoltura. ¡Qué atractiva! ¡Era una delicia para los ojos de un anciano!
FAUSTO
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¡Y tan sólo tenía diez años!
QUIRÓN
Los filólogos te han llevado al error en el que ellos están inmersos. Es singular lo que ocurre con esta [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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