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desdentada, pues los dientes frontales del mariscal se los haba roto
a maza sarracena-. Podrs usar tu talento efectivamente desde
estas murallas. Los mltiples mchicouZi~ que adornan las almenas sólo
ron suficientes para evitar la colocación de escaleras y otros artilugios
que salvar las murallas de la ciudad; pero sólo hay espacio para
un arquero en cada uno de esos compartimientos de piedra. T te
entinas mejor, servidor De Crey, detrs de un refugio de madera
colocado en una de las torres.
Mientras hablaba, De Barres le apretaba el bceps a Simon de una
forma afectuosa y morosa, que desagradó al joven en gran manera, si
bien refrenó el deseo de quitarle la mano de encima. Belami tambin
advirtió aquel gesto de parte del mariscal y se quedó preocupado.
-Como muy pronto aprenderis cuando salgis en patrulla por
desierto, una de nuestras necesidades tcticas ms importantes es
agua -continuó el mariscal-. Usada con sobriedad, porque ellos
conocen todos los manantiales y oasis en muchas millas a la
redonda y pueden envenenarlos todos. La provisión de agua que lle-
en vuestra bota de cuero de cabra, es literalmente vuestra vida.
El sol seca rpidamente la piel y muy pronto el cuerpo pierde sus flu-
dos. El servidor Belami, por experiencia, conoce la vital importancia
de un cuidadoso racionamiento del agua en el desierto.
Cuando De Barres terminó su disertación, preguntó a los servi-
dores si tenan alguna pregunta que hacer.
Simon preguntó:
-Seor, por qu hay tantos castillos y fortalezas en este mapa?
seguro que los templarios son los nicos que patrullan las rutas de
los peregrinos de Acre, pasando por Jaffa, a Jerusaln?
De Bar res sopesó la pregunta.
-Esa era la idea onginal, que yo apoyaba plenamente. Sin embar-
-Titubeó y luego se lanzó a pronunciar un inesperado discurso
El motivo de esta fortificación de Tierra Santa se debe al ansia
poder. Los templarios contribuimos a dotarlos de gente, por supuesto
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pero sólo hemos construido un pequeo nmero de castillos, y
estn situados en lugares importantes dentro de los caminos de pere-
grinaje. No lo han hecho as los dems!
Evidentemente, De Barres se haba embarcado en su tema
favorito.
-La avaricia y la lujuria, sos son nuestros verdaderos enemi-
gos. A los Asesinos se les puede comprar con oro, y muchos de los
crmenes que cometen los maquinan los cristianos contra otros cris-
tianos. Hoy en da todo es poltica en Tierra Santa. Las cosas han
cambiado desde nuestros tiempos, servidor Belami. Prncipes, reyes,
seores y condes disputan actualmente unos con otros por el domi-
nio del reino de Jerusaln. Trgicamente, el joven rey Balduino est
agonizando, aun cuando sigue reinando; eso significa que Guy de
Lusignan, Raimundo III de Trpoli y Reinaldo de Chtillon, y otros
que son igualmente inescrupulosos, mantienen el dominio real en
Jerusaln. El rey Balduino IV ha sido atacado por la lepra, lo que es
una razón por la cual los hospitalarios que le atienden mantengan
una posición tan poderosa en Jerusaln..., ms poderosa, pienso yo
aveces, que la de nuestra propia Orden bajo Arnold de Toroga, el
Gran Maestro.
Nada poda detener la ira sincera de De Barres.
-Lo que yo me pregunto es si esto es una Cruzada o una carre-
ra para lograr el poder temporal. La respuesta es obvia! Creedme,
hermanos, en la actualidad hay ms prostitutas que peregrinos en
Tierra Santa. Tened cuidado de no caer en pecado mortal con este
engendro del Mal.
Calló bruscamente, dominado por la ira, y, girando sobre sus talo-
nes, se alejó de ellos.
Cuando se hubo marchado, Belami hizo una sea a los jóvenes
servidores para que le siguieran hasta donde no pudiesen ser odos.
Entonces les dijo:
-Mucho ojo con se, mes camarades. El sol de muchas largas
patrullas por el desierto ardiente le ha causado algn dao a nues-
tro valiente mariscal. Conozco su reputación. Fsicamente, an est
en forma, y el templario es un valiente caballero en la batalla. -
Bajó la voz-. Pero el sol del desierto puede causar efectos extra-
os en un hombre. Tened en cuenta mi advertencia, sobre todo t,
Simon: no os quedis a solas con l.
-Pero muchas de las cosas que dijo parecen correctas -comen-
tó Pierre-. Por todas partes se ven grandes riquezas \T muchas jóve-
nes mujeres libres. Dondequiera que exista esta situación, suele haber
problemas.
-Adems no terminó de aclarar a qu se debe el gran nmero
de castillos que hay en Tierra Santa -dijo Simon, intrigado.
-Esa es una pregunta difcil de contestar -repuso el vetera-
no-. La mayora de los castillos y fortalezas se encuentran en lnea [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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