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se trata de un mero azar, aunque acaso el v�nculo sea algo que yo no puedo conocer.
 �Cree que ahora lo ha encontrado?
 Lo que usted dijo sobre la gente que pierde su humanidad: tal vez en parte sea eso.
Hubo una mujer as�, me parece, aunque era muy bella. Y un hombre, mi amigo, que sólo
se curó en parte. Si es posible que alguien pierda su humanidad, sin duda es posible
tambi�n que la encuentre otro que no la ten�a. Por todas partes lo que pierde uno lo
encuentra otro. Me parece que �l era as�. Claro que tambi�n el efecto siempre parece
menor cuando la muerte esviolenta...  Yo dir�a que s�  dijo Ava.
 La Garra curó al hombre-mono a quien yo hab�a mano. Quiz� fue porque lo hab�a
hecho yo mismo. Yayudó a jonas, pero los l�tigos aquellos los hab�a usado yo, Thecla.
 El poder de curar nos protege de la Naturaleza. �Por qu� el Increado habr�a de
protegernos de nosotros mismos? De eso podr�amos encargarnos nosotros. Quiz�s �l nos
ayude cuando nos arrepintamos de lo que hemos hecho.
Asent�, todav�a pensando.
Ahora voy a la capilla. Usted est� lo bastante bien como para andar unos pasos.
�Vendr� conmigo?
Durante el tiempo que hab�a estado debajo, el ancho techo de lona me hab�a parecido
el lazareto entero. Ahora ve�a, aunque sólo d�bilmente y de noche, que hab�a muchas
tiendas y pabellones. Como el nuestro, casi todos ten�an las paredes recogidas para dejar
pasar el fresco, plegadas como las velas de un barco anclado. Sin entrar en ninguno,
caminamos entre ellos por senderos sinuosos que me parecieron largos, hasta que
llegamos a uno con las paredes bajas. Era de seda, no de lona, y las luces de dentro le
daban un brillo carmes�.
 En un tiempo  me dijo Ava tuvimos una gran catedral. Cab�an diez mil, y sin
embargo se pod�a cargarla en un solo vagón. La Domnicellae la hizo incendiar justo antes
de que yo entrara en la orden.  Lo s�  dije . Yo lo vi.
Dentro de la tienda de seda nos arrodillamos ante un sencillo altar colmado de flores.
Ava rezó. Yo, que no sab�a ninguna oración, habl� en silencio con alguien que a veces
estaba dentro de m�, y a veces, como hab�a dicho el �ngel, parec�a infinitamente remoto.
XI - La historia del leal al Grupo de los Diecisiete: El hombre justo
A la ma�ana siguiente, cuando ya hab�amos comido y todo el mundo estaba despierto,
me atrev� a preguntarle a Foila si ya me tocaba juzgar entre Melito y Hallvard. Ella meneó
la cabeza, pero antes de que pudiera hablar el ascio anunció:  Todos deben hacer lo
suyo al servicio del populacho. El buey arrastra el arado y el perro cuida las ovejas, pero
el gato caza ratones en el granero. As� el hombre, la mujer y hasta el ni�o pueden servir al
populacho.
Foila hizo relampaguear esa sonrisa deslumbrante.  Nuestro amigo tambi�n quiere
contar una his  �Cómo? Por un momento pens� que realmente Melito iba a
sentarse. Vais a dejar que... dejar que uno de ellos... tener en cuenta...
Ella hizo un gesto, y �l farfulló hasta callarse.  Pues s�.  Algo le estiró las comisuras
de los labios. S�, me parece que lo dejaremos. Por supuesto, yo tendr� que haceros de
int�rprete. �Es correcto, Severian?
 Si t� lo deseas  dije yo.
 Eso no estaba en el trato original  gru�ó Hallvard . Me acuerdo de cada palabra.
 Yo tambi�n  dijo Foila . Pero tampoco lo contraviene, y de hecho est� de acuerdo
con el esp�ritu del trato, que era que los candidatos a mi mano, ni muy suave ni muy
hermosa, me temo, aunque algo est� mejorando desde que me han confinado aqu�,
compitieran por ella. Si el ascio creyese que tiene alguna posibilidad, ser�a mi
pretendiente: �no hab�is visto cómo me mira?
El ascio recitó:  Unidos, hombres y mujeres son m�s fuertes; pero la mujer valiente no
quiere maridos sino hijos.
 Quiere decir que le gustar�a casarse conmigo pero no cree que sus atenciones sean
aceptables. Se equivoca.  Foila miró a Melito y luego a Hallvard, y la sonrisa se le volvió
irónica. �De veras ten�is miedo de que participe en el torneo? En el campo de batalla
ten�is que haber huido como conejos al toparos con un ascio.
Ninguno de los dos contestó; al rato el ascio empezó a hablar:  En tiempos pasados,
en todas partes hab�a leales a la causa del populacho. La voluntad del Grupo de los
Diecisiete era la voluntad de todos. Foila interpretó:  �rase una vez...
 Que nadie sea indolente. Si alguien es indolente, que se asocie con otros que
tambi�n lo sean y busquen una tierra indolente. Que cualquiera que encuentren los dirija.
Mejor es caminar mil leguas que sentarse en la Casa del Hambre.
 ... hab�a una granja lejana trabajada por un grupo de gente que no era una familia.
 Uno es fuerte, el otro hermoso, un tercero un art�fice sagaz. �Cu�l es mejor? El que
sirve al populacho.
 En aquella granja viv�a un buen hombre.
 Que el trabajo lo reparta un repartidor de trabajo sabio. Que el alimento lo reparta un
repartidor de alimento justo. Engorden los cerdos. Mueran de hambre las ratas.
 Los otros le escamotearon la parte que le tocaba.
 El pueblo reunido en consejo puede juzgar, pero nadie recibir� m�s de cien golpes.
 El se quejó, y le pegaron.
 �Cómo se alimentan las manos? Por la sangre.
�Cómo llega la sangre a las manos? Por las venas. Si las venas se cierran, las manos
se pudrir�n.
 El hombre abandonó la granja y se echó a los caminos.  All� donde se asienta el
Grupo de los Diecisiete, se hace la justicia final.
Fue a la capital y se quejó de cómo lo hab�an tratado.  Para los que se esfuerzan
haya agua clara. Haya para ellos comida caliente y cama limpia.
 Volvió a la granja, cansado y hambriento tras el viaje.  Nadie ha de recibir m�s de
cien golpes.  Volvieron a pegarle.
 Detr�s de cada cosa se encuentra algo m�s, siempre; as� el �rbol detr�s del p�jaro, [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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